jueves, abril 20, 2006

sobre el ser patriótico

Somos hablados nos dirán los señores franceses. Hablan nuestros padres, nuestra familia, nuestra sociedad, nuestra cultura…y también somos ese Edipo paranoico.

Somos tantas cosas, tantos discursos que el cuerpo nos es más que una máquina parlante. Eso sería la microfísica del poder: discursos sobre lo que debemos ser y lo que podemos ser. Pero está la seducción.

En fin, este post está dirigido a mi querido hermano. Que bueno poder conversar; que bueno poder reencontrarnos, y mi mensaje lo dará otro:

“«Construcción de naciones» significó la aplicación del principio de «un estado, una nación» y por tanto, en última instancia, la negación de la diversificación étnica entre los súbditos. Desde la perspectiva del «estado-nación» culturalmente unificado y homogéneo, las diferencias de idioma o de costumbres que se encontraban en el territorio bajo jurisdicción del estado no eran sino reliquias del pasado que aún no se habían extinguido del todo. La ilustración o los procesos de civilización que presidían y controlaban los poderes estatales ya unificados estaban concebidos para garantizar que tales vestigios residuales del pasado no sobrevivieran durante mucho tiempo. La nacionalidad compartida estaba destinada a desempeñar un papel legitimador crucial en la unificación política del estado, y la invocación de las raíces comunes y de un carácter común estaba llamada a ser el principal instrumento de movilización ideológica: la producción de la lealtad y la obediencia patrióticas. Ese postulado chocaba con la realidad de los diversos idiomas (redefinidos ahora como dialectos locales y tribales destinados a ser sustituidos por una narración histórica estándar y por un calendario estándar de rituales de recuerdo). «Local» y «tribal» significaban atraso; ilustración significaba progreso, y progreso significaba elevar el mosaico de las formas de vida a un nivel superior, común a todos. En la práctica, significaba la homogeneidad nacional, y dentro de las fronteras del estado no había lugar más que para un idioma, una cultura, una memoria histórica y un sentimiento patriótico. (Extraido del libro Comunidad de Zigmunt Bauman)”

Otra cosa: los mesianismos, más allá del bien y del mal, nos conducen a lugares indeterminados. El fascismo no es «privilegio» de unos pocos, más bien algo que emerge frente a ciertas formas de organización, ya sean de izquierdas o de derechas; del bien y del mal. Tampoco se trata de una política del individuo (que es parte del juego del capitalismo) sino de nuevas formas de resistencia.

En fin, debemos recuperar lo espiritual, pero no como un objeto perdido u objeto de consumo. Sujeto y objeto deben desaparecer.

Que esto sea también parte del inicio.

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