martes, noviembre 28, 2006

lunes, noviembre 20, 2006

no distraiga


Lo difícil de ser hombre pasa principalmente por el tema del sexo. Se supone que gastamos gran parte de nuestro tiempo pensando en ‘ello’, siendo por lo tanto, en términos económicos, un derroche de recursos. Por ejemplo, leía que un (gran) escritor se quejaba de que 99% de su tiempo lo dedica a dichos menesteres, por lo que había pensado en la castración. También, muchas mujeres se quejan que todo lo que un hombre hace es con el único objetivo de llevárselas a la cama. Por supuesto que no me refiero a todo, porque aun queda un 1% de no-sexo.

Ciertamente soy hombre y, quizás peor aun, hetero, lo que me incluye en esta ‘objetiva’ realidad de números, porcentajes, usos de tiempo, racionalidad, economía, etcétera, pero que tiene sus efectos reales o concretos. Hoy no fue la excepción: estando en un seminario con gente interesante y (medianamente) famosa, todo transcurría con normalidad (para los tipos de seminario a los que asisto) hasta el momento en que por una cuestión de visión periférica ocurrió el inevitable movimiento de cuello del cual sabes que te vas a arrepentir y, tal cual como en la película Matrix, una chica absolutamente descontextualizada, guapa, de tenida primaveral-tipo-vaporosa, y que se sienta dentro del rango de visión de un hetero como yo. Por supuesto que el seminario dejo de ser el tranquilo espacio para reflexionar y debatir.

¿Qué hacía esa chica ahí? Creo que estuve quince minutos pensando en ello, al tiempo que trataba de concentrarme en los argumentos de los expositores. Luego, el tradicional cruce de piernas, la mano en el pelo, un pequeño giro, el cuello, y al diablo con la globalización, la velocidad y mis relaciones con Virilio y su idea del accidente. Es inevitable y lo tengo muy claro, pero ¿existe otro modo?

Finalmente decidí huir y olvidarme del break. No estoy para perder el tiempo institucionalmente.

PD: cierto, la paranoia y mil veces la paranoia.

lunes, noviembre 13, 2006

para que no le rayen la pintura

Iba en el metro, hace un buen tiempo, quizás meses o un par de años.

Iba leyendo un libro de Baudrillard cuyo título no viene al caso, porque tan solo con mencionar a ese señor basta.

Iba parado, como es mi costumbre, leyendo, tratando de ser invisible como el resto, pero siempre está el que te detecta o te usa.

Iba una pareja de escolares (mujer y hombre), pololos tal vez, en la clásica actitud pololera.

Iba quizás ella un tanto aburrida del pololeo que se fija en mi libro supongo, y bueno, la portada es en sí interesante.

Iba él pendiente de ella, y ante el desliz, acusa el golpe y busca salvar la situación aplicando la vieja técnica del 'yo también'.

Iba leyendo mi libro y todo lo anterior lo elucubré luego de escuchar: “ese libro lo tengo en la casa. Cuando vayas te lo presto”. Lo siguiente que hago es girar el cuello hacia donde ellos y alcanzo a ver el abrazo, el beso y la cara de “te quiero” de la chica. Touché.