sábado, febrero 17, 2007

¿Quién diablos fue Epiménides?

Me voy de “vacaciones”, lo que quiere decir, “me desconecto hasta nuevo aviso”.

Por cierto que descansar es “descansar de ciertas cosas para caer en otras”, por lo que el trabajo se encarga de demostrarnos que aquello de no hacer nada en realidad no es tan entretenido. Puede serlo una o dos semanas, pero no más. De ahí en adelante es vagancia, lo que acá es delito.

Están los anormales que nunca saben cuándo tendrán vacaciones, ya sean programadas o forzadas.

Considérenme un anormal.

Lo clásico sería contar cuáles son los planes.

De clásico, casi nada.

Cambian las caras y las tareas.

Otra cosa: me estoy moviendo de departamento...forzadamente. Hay cambios que realmente son molestos para el cuerpo y para el espíritu. Noto algo de resistencia en ambos lo que hace que el trabajo bruto de la mudanza sea dos veces más duro. Esto sería algo así como "siguiendo los caminos del señor".

Para el que reclama, insisto: es como cuando estas pensando en algo y se te cruza un heladero, el auto que te gusta, una chica, un chico, una señora, un globo, un delirio, un dolor, un auto, un bus, microbus, un carnicero, Yma Sumac, tu ex, tu cobrador, un perro, un conejo, un olor, un insulto, una mirada, un cenicero, un pepino, un llanto, la risa y la risotada...

En fin, ya vuelvo.

martes, febrero 06, 2007

99,9%

El que enfermedades alérgicas experimenten un importante aumento en los últimos años tendría explicación en la denominada “hipótesis de la higiene”. Básicamente se trata de que ciertas enfermedades deban su aumento a la obsesión por la asepsia. Más que obsesión, compulsión de padres en exceso sobreprotectores o víctimas del consumo de objetos de “purificación”. Es un poco como la guerra contra la delincuencia o la guerra contra infinidad de cosas cuyo rol u objetivo principal en esta vida es el de hacer daño. Inseguridad paranoica.

Tampoco es la idea pensar que todo esto se deba a los nuevos estilos en criar niños y lo mismo sería insensato pensar que las políticas de estado en torno a la higiene sean las culpables, porque la culpa es conocer o creer en el origen y en este tipo de asuntos lo que menos queda claro es el origen u orígenes. Es lo que ocurre y cierto, de alguna forma concuerdo que nunca ha sido lo mejor eso de cero gérmenes y bacterias. Por alguna razón convivimos en este extraño planeta.

A veces se comprende el miedo y sus versiones. En este país se vivió de otro modo y no sería descabellado pensar que algo de aquello se manifiesta en este tipo de prácticas. Un sin fin de cosas se resuelven de este modo: la vía científica. Me explico: madres sobreprotectoras que evitan de cualquier modo la desaparición de su hijo, por ejemplo.

Este país debe ser el limbo para el negocio químico-farmacéutico. De la mano esta un increíble conocimiento de un sin fin de enfermedades o padecimientos: cada chileno es un vademécum. No es algo de que enorgullecerse, pero todos parecen tan enfermos que no tienen tiempo de preguntarse porqué tantos recurren tres o cuatro veces dentro de la semana a una farmacia. Es como nuestro triste record en depresión…

Lo increíble es que sepamos más de aquello que de deberes ciudadanos. Todos enfermos; todos con un remedio bajo la manga. Como esa gente cuyo tema de conversación es el tipo de antidepresivo que toma, las pastillas para dormir y la eterna competencia de quien está más mal, medida en la cantidad de pastillas a tomar.

Yo me deprimo, tú te deprimes, nosotros nos deprimimos. Me deprimo con tanta depresión. Me deprime pensar en lo caro que son mis remedios. Es deprimente cargar con una receta médica todo el tiempo. Me deprime pensar que puedo ser feliz sin drogas. Se que puedo terminar con todo esto, pero me deprime el pensarlo. Que depresión la gente que se deprime. Mi depresión es endógena, ¿y la tuya?.

Tanta pureza, tanta limpieza para qué. ¿Para terminar muertos de manera aséptica? Que depresión.