martes, julio 24, 2007

culpa


El señor insistía en mi culpa.

Yo le insistía que la culpa no me la habían enseñado correctamente, además de mi claras deficiencias de aprendizaje...bueno, tal vez ser un tarado complicó un poco más el asunto...

Por lo menos era amable. Escuchaba atentamente y asentía, pero una vez que terminaba, me miraba, intentaba decir algo, quizás un insulto, pero paraba y repetía eso de que la culpa era mia.

A veces terminas diciendo que bueno para acabar con un asunto que podría repetirse infinitamente. Como las batallas del sí y el no de los niños. No hay razones ni argumentos ni lógica ni dialéctica ni complejidad ni nada. Dices sí, y se acaba.

"No olvidar las consecuencias". Esto lo recordé inmediatamente después del último eco de mi respuesta. Mentí, pero estaba cansado. Quería dormir; acabar con la mirada y el sonido que producía el señor que frente a mi se desangraba.

Le compré otro café y regresé a casa caminando.

viernes, julio 13, 2007

conversación de ciber


Lo que más inseguridad me da es la inseguridad de los otros. También podría decir: “lo que me da miedo es como respondes a algo que no entiendes”...o no quieres comprender. Mejor lo último, porque entender sugiere respuestas definitivas, aunque lo otro sugiere el “te comprendo, pero igual te mato”. Cosas del lenguaje.

Opinar es gratuito y además está de moda. Entiendo que opinar es la reflexión en su mínima expresión; es la cuña; es el “saber” periodístico. No es la expresión del pueblo, porque el pueblo no tiene algo que perder como para caer en esos lugares comunes fáciles y asépticos. Es el comentario polifuncional. Nada de teorías o reflexiones profundas: es la pirámide invertida, el golpe, la persona que muerde al perro. Sim-ple-ci-to.

Entonces estaban tres opinólogos en un ciber:

“ya no se puede caminar tranquilo por la calle”
“o son ellos o somos nosotros”
“la leyes no sirven para nada”
“si lo matas afuera, lo metes adentro y listo: defensa personal”

¿La conspiración es un delito?

Mientras tanto, en una pantallita me preguntaban si el antivirus que uso previene el phishing. Entonces pensé que todo esto debía de ser algo así como la teoría del riesgo. La protección ya no se externaliza en un monopolio sino en pequeños, pero especializados, proveedores. De inmediato la chica del computador número dos (yo estaba en el número uno) levantó la mano y dijo: “¿libre mercado?”. Traté de explicarle lo de la paranoia, pero prefirió volver a sus pantallitas.

Los opinólogos ya habían resuelto el problema: resucitar al gorila y asunto arreglado. Justo cuando iba a levantar la mano para dar mi opinión, el mouse pidió el click en el send, y ya estaba hablando en inglés, y cuando traté de opinar no me entendieron porque eran shilenos y de lenguas muertas no sabían nada.

La chica del conmutador dos se paró indignada: las ventanitas no la dejaban navegar tranquila. Del tres al 15 la compadecieron y le dieron ánimo, excepto el número siete, que era una de las ventanitas. Amor cibertétrico.

Cerrar sesión, pronóstico del tiempo, click en todas las equis…los opinólogos huían despavoridos: era de noche y el mal ya era cada esquina de esta ciudad.

Luego de pagar, salgo y camino hacia el mal.