martes, febrero 07, 2006

transportes

Tomo micro donde siempre.  Esta vez me tomó casi treinta minutos porque los imbéciles pasaban a mil por la segunda pista.  Increíble pero solo amarillas a donde voy y una de las verdes, la que pasa cada cinco años y mi paciencia no da para tanto.  En fin, quedan días para regresar a mi pequeño hoyo en Parque Forestal y reconciliarme con mis queridos libros, con el proveedor de diarios, con mis vecinas que no saludo (un día no reconocí a una y al parecer eso les molestó…sí, les molestó, porque se pusieron de acuerdo y arrendaron dos de los departamentos que hay en mi piso; a la tercera nunca la he visto) y con toda la onda barrio…un tanto Made in Taiwan, pero que va.

Pagado el pasaje y ante el no saludo del conductor (hace dos días atrás uno sonrió y dijo buenas tardes…estuve a punto de llorar), me dirijo a uno de los pocos asientos, con alguna dificultad porque malditamente es uno de esos microbuses con escasos puntos de apoyo (fierros), a menos que me transforme en simio y me cuelgue de las barras superiores.  Me siento y el sol que da de lleno.  Escucho a Vedder gritar I'll do what I want but irresponsibly y pienso que mi conciencia ecológica hace mucho que duerme…pero no todo está perdido mientras hayan micreros que te saluden.

El camino es el de siempre y nada varía, excepto el sol que me tiene podrido.  Pero habiendo buena música puedes dejarlo pasar y concentrarte en alguna extraña idea.  Me gustaría poder escribir las cosas que piensas en algún trayecto de metro, de micro o las noches de taxi.  No soy bueno para conversar con taxistas, pero si quieren hacerlo soy un excelente anfitrión; un(a) micro es como vitrinear las calles; el metro es algo muy extraño.

Ningún rastro del cuádruple choque del domingo y me quedan dos semáforos para levantarme, tocar el timbre y bajarme.  Antes pienso en el super pero, a menos que quiera cerveza, no vale la pena.  Me bajo, cruzo las dos calles y camino.  Nadie en las calles, que es lo usual, el pasto sin cortar y las llaves del bolsillo a la mano, de la mano a la chapa.  Luego, a esperar que el día termine.