viernes, febrero 10, 2006
despedidas
Ayer rompí mi racha de dos años sin ir al Liguria, por culpa de la amistad. Son las inconsecuencias de la consecuencia de ir por la vida haciendo buenas amistades y, por sobretodo, querer conservarlas. No es por contracto o por negocios -aunque quizás lo sea- porque la moneda de cambio no es material…bueno, de vez en cuando no es malo hacer algún regalo o alguna concesión como la hecha ayer. Lo positivo es que la cerveza Kross está cada vez más accesible…ojalá terminen pronto la nueva fábrica.
Y así se van desarmando esas pequeñas convicciones (sí, muy pequeñas) y al parecer me estaría quedando solo una: nunca haber comido en McDonald’s. Cada vez que me piden explicar porque no lo hago, termino improvisando, porque no hay un “gran” argumento; no hay ideología o reportes científicos o whatever. Sería mucho más simple decir que odio a Ronald, el payaso más imbécil del que tenga recuerdos, y que es tanto el odio que lo que se relacione con él lo voy a rechazar sin concursos ni sorteos. ¡Que se joda Ronald McDonald!
Luego partimos a buscar música en vivo. Oasis versión chilena no fue aceptada, porque eso de escuchar coversssss…así que a buscar jazz a Bellavista, pero…demasiado tarde. Y como Bellavista no es más que El Perseguidor, Thelonious y dos o tres restoranes más, emprendimos la retirada. Terminamos en un desierto Café Escondido, en un acto que los psi llamarían “cierre”. Me gusta más la palabra despedida.
Final, vaso vacío, abrazos, besos y un hasta pronto bastante tristón. Eso pasa por tener amigos no desechables. Caminé a mi cama luego de un mes y algo de abandono, y pensaba en la diferencia entre un momento y un instante.
De vuelta a Parque Forestal.
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