jueves, octubre 27, 2005

Dia 1

Mañana agitada, resolviendo los detalles que siempre se dejan para última hora. Luego una reunión en la que definitivamente no estaba: un café, cigarrillos y salida de emergencia. Pasé por mi departamento a recoger lo necesario para una semana de viaje y de ahí al aeropuerto.

De eso trató el primer día. Sin embargo estaba aquello de pensar en muchas cosas al mismo tiempo y no entender nada. Un en blanco ruidoso que no llevaba a ninguna parte. Me di cuenta en tierra, camino a la ciudad de Iquique. Pasamos por una suerte de playa que me pareció familiar y recordé que alguna vez fui iquiqueño de adopción. ¿Qué pasó? Supongo que tiene que ver con esos días en que todo sucede, desborde de emoción de racionalidad y de relaciones intensas. No lo planteo en negativo sino en su fuerza, lo que inevitablemente agota o deriva en ese ruidoso blanco.

Reencontrarse con viejos y queridos amigos siempre es un placer. Tanto así, que la confusa llegada y la hiperactividad, cercada por la tranquilidad de una pequeña ciudad, lentamente se reduce, te cansas, te relajas y fluyes. Como nuestra conversación, que se extiende por horas y que podría seguir. Pero hay que dormir; hay trabajo que realizar; aún es miércoles y quedan dos días de trabajo.

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