martes, agosto 22, 2006

la lógica revolucionaria


[…] el peligro que asediaba al Estado moderno clásico era el de la revolución. Los enemigos eran los revolucionarios o los reformistas excesivamente radicales, las fuerzas subversivas que intentaban sustituir el orden estatal existente por otro orden estatal, por un contraorden que invirtiera por completo todos y cada uno de los principios a partir de los cuales el orden de aquel momento vivía o pretendía vivir. Tal y como ha demostrado Michel Foucault, el Estado moderno clásico, decididamente al mando de los esfuerzos cotidianos de construcción del orden, colectivizó y «demografizó» sus funciones; la construcción del orden era, fundamentalmente, un trabajo de generalización, clasificación, definición y diferenciación de categorías. Desde esta perspectiva, el contraorden no podía sino aparecer como otra clasificación opuesta y como inversión de la jerarquía categorial. Y aquellos empeñados en llevar a cabo la inversión no podían sino considerarse aspirantes a clasificadores y legisladores de categorías alternativos. El «demonio interno», exorcizado y reencarnado de este modo en el cuerpo de la conspiración revolucionaria, era la tendencia autodestructiva del propio esfuerzo legislador del Estado: era el descontento, la disidencia y la herejía que ese esfuerzo no podía sino engendrar en un volumen en constante aumento entre quienes se habían visto arrojados a la castigada retaguardia de las clasificaciones del momento.

Zygmunt Bauman ~ La posmodernidad y sus descontentos.

1 comentario:

damiatron dijo...

"El concepto fundamental del arte es que molesta..."... Habra mejor forma de revolución? (cuidado con los "crimentales"... jeje)