Iba en el metro, hace un buen tiempo, quizás meses o un par de años.
Iba leyendo un libro de Baudrillard cuyo título no viene al caso, porque tan solo con mencionar a ese señor basta.
Iba parado, como es mi costumbre, leyendo, tratando de ser invisible como el resto, pero siempre está el que te detecta o te usa.
Iba una pareja de escolares (mujer y hombre), pololos tal vez, en la clásica actitud pololera.
Iba quizás ella un tanto aburrida del pololeo que se fija en mi libro supongo, y bueno, la portada es en sí interesante.
Iba él pendiente de ella, y ante el desliz, acusa el golpe y busca salvar la situación aplicando la vieja técnica del 'yo también'.
Iba leyendo mi libro y todo lo anterior lo elucubré luego de escuchar: “ese libro lo tengo en la casa. Cuando vayas te lo presto”. Lo siguiente que hago es girar el cuello hacia donde ellos y alcanzo a ver el abrazo, el beso y la cara de “te quiero” de la chica. Touché.
4 comentarios:
Triste, como el diario de cortazar que vivía cada vez que alguien se lo encontraba... Una cosa es tener el libro, pero mientras permanezca cerrado sera solo eso, un libro.
(me faltó el acento en el será)
Que onda con los libros?
buena onda!!!
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